¿Te preguntas por qué ahora se conceden muchas menos hipotecas que antes de la crisis? ¿No terminas de entender demasiado bien qué produjo la crisis de 2008? La respuesta a ambas preguntas la guarda un único concepto: el activo tóxico.
Entender correctamente qué es un activo tóxico es una de las lecciones más importantes que nos ha dado la economía moderna, así que, vamos a ello.
Para entender correctamente qué es un activo tóxico vamos a analizarlo de la forma más sencilla posible, definir sus características principales y analizarlo en su contexto, valiéndonos para ello de la crisis que los puso en boca de todos los economistas: la peor crisis económica desde la Segunda Guerra Mundial.
¿Qué es un activo tóxico?
Cuando hablamos de un activo tóxico hablamos de un activo financiero de mala calidad, subprime, con un riesgo intolerable a la hora de recuperar su valor y, en resumen, un activo con un valor contable superior a su valor de mercado.
Desde un punto de vista simplificado, un activo tóxico es lo que tenemos cuando invertimos dinero en algo, esperando que nos reporte beneficios, y en realidad no solo no vamos a ganar dinero… sino que puede que lo perdamos. Esto resulta en que sea muy difícil venderlo, y prácticamente imposible recuperar la inversión.
Características de un activo tóxico
Pese a que los activos tóxicos deben ser comprendidos dentro de su contexto y magnitud, existen tres cualidades principales a la hora de definir un activo financiero como activo tóxico:
- Alta volatilidad: El valor del activo puede fluctuar enormemente, generando incertidumbre entre los inversores. Un buen ejemplo de ello serían algunas criptomonedas.
- Baja liquidez: Existe poca demanda, con lo que son activos difíciles de vender sin desplomar su precio de forma drástica.
- Devaluación: El activo ha perdido gran parte de su valor de mercado, es decir, el precio por el que podríamos venderlo.
2008: La crisis protagonizada por los activos tóxicos
Pese a que no era un fenómeno nuevo en absoluto, hasta 2008 las prácticas financieras de los principales bancos mundiales (sumados a una regulación excesivamente laxa) llevaron a fallos continuos en la evaluación de riesgos.
En concreto, hablamos de la evaluación que los bancos debían realizar acerca de los riesgos en la concesión de hipotecas a determinados clientes.
Estas evaluaciones fueron excesivamente expansivas, intentando acaparar la mayor cantidad de clientes hipotecarios posibles, y el riesgo no era otro que la insolvencia por parte de los clientes.
La vivienda, el ojo del huracán
Esto, sumado a las burbujas inmobiliarias de España y EEUU, país detonante de la crisis mundial, fueron la receta perfecta para que millones de personas se comprometieran a pagar una serie de sumas de forma constante que, ante cualquier contratiempo, no podrían seguir pagando.
Estas serían las que hoy conocemos como hipotecas tóxicas, uno de los tipos de activo tóxico, pero sin duda el más determinante en la crisis de 2008.
¿Por qué se concedían hipotecas tóxicas?
La respuesta no es la negligencia, que la hubo, ni la falta de regulación, que también la hubo, sino algo tan sencillo como los tipos de interés y lo que la banca intentó ganar.
Siempre vas a ganar más dinero con inversiones más arriesgadas que con inversiones más seguras, especialmente cuando hablamos de préstamos hipotecarios, los cuales suelen involucrar cifras y plazos muy superiores a los de los préstamos rápidos.
Pongamos un ejemplo real para ilustrarlo:
- Eres el Real Madrid y cada año ingresas más de 800 millones de euros. Solicitas un crédito de 225 millones de euros hasta 2049, para renovar tus instalaciones. Teniendo en cuenta que es casi imposible que dejes de ingresar de un año para otro… el tipo de interés va a ser muy bajo, concretamente del 1,52% anual.
- Eres un autónomo con unos ingresos que apenas superan el SMI. Solicitas una hipoteca de 200.000€ hasta 2049. Si tienes un mes o un año flojo, es mucho más probable que no puedas hacer frente a la hipoteca, con lo que ese riesgo el banco te lo va a hacer pagar. Esto subirá tu tipo de interés al 4% anual.
Partiendo de esta premisa, en la búsqueda de mayores beneficios muchos bancos comenzaron a arriesgarse, concediendo cada vez más préstamos a clientes subprime, es decir, clientes por debajo del umbral de lo óptimo.
Un efecto dominó cuya primera pieza eran los activos tóxicos
En 2007 empiezan a caer los primeros prestamistas especializados en subprime, así como el titán estadounidense Lehman Brothers. El resto de bancos e inversores comienzan a ser conscientes del castillo de naipes que se había creado y que salpicaría a todos al desmoronarse. Pocos meses después, se activaría un efecto dominó que conllevaría a la quiebra de bancos por todo el mundo, la venta de carteras con activos tóxicos y la devaluación de las mismas ante la inundación en la oferta de las mismas.
Los bancos cerraron el grifo de la concesión de crédito, los inversores se vuelven muy recelosos, y sin crédito ni inversión muchos negocios se paralizan (como la construcción), negocios que al paralizarse afectan negativamente a negocios codependientes (como los soldadores que trabajaban en construcción).
Y, con todo ello, un aluvión de trabajadores desempleados, con lo que todas sus hipotecas dejan de pagarse, lo cual devalúa todavía más las carteras de hipotecas subprime. Por si fuera poco, menos ingresos entre la clase trabajadora significan irremediablemente menos consumo, y eso significa menos ingresos para las empresas, más recortes de personal… Y vuelta a empezar.
2024: Otra burbuja inmobiliaria, pero sin el activo tóxico como protagonista
Los efectos de la crisis de 2008 siguen perfectamente latentes en 2024, pero desde entonces la legislación y la banca han procurado que el principal detonante, el activo tóxico, permanezca fuera de la ecuación ante cualquier posible repetición de la catástrofe financiera de 2008.
Según datos del INE, la concesión anual de hipotecas se ha visto limitada a una proporción inferior al 35% de las concedidas hasta 2008, excluyendo hoy en día al 65% con menos posibilidades de hacer frente a la hipoteca de forma óptima.
Sin embargo, los precios de la vivienda (tensionados en España por los alquileres turísticos, entre otros) están alcanzando ya a los de la burbuja inmobiliaria pre-crisis de 2008, y la inflación ronda el 20% desde el inicio de la Guerra en Ucrania, hace 3 años. Confiemos en haber aprendido alguna lección.
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